Estoy aquí por convicción; estoy harta de tantas calumnias y el fascismo del gobierno


Todas tienen algo en común: están informadas y seguirán luchando hasta las últimas consecuencias para recuperar su empleo. Este lunes, 10 trabajadoras de Luz y Fuerza del Centro (LFC) cumplirán dos semanas en huelga de hambre y ni las advertencias acerca de las secuelas en su salud las achican.
Al contrario, les da rabia recordar la recomendación que les hizo Margarita Zavala: mantengan a sus hijos al margen de su movimiento y sean creativas [con su liquidación]. El señor Presidente pensó muy bien la decisión que tomó; la situación de la empresa era insostenible. Así lo relataron trabajadoras pertenecientes al grupo de más de 44 mil electricistas despedidos tras el cierre, por decreto presidencial, el 11 de octubre pasado.
Las mujeres en ayuno son hijas, nietas, bisnietas, sobrinas o primas de electricistas. Todas pertenecen a la llamada familia esmeíta, que ahora ha tomado como referente de lucha la esquina que forman Insurgentes y Paseo de la Reforma, adonde se incorporaron ayer sus cinco compañeros en huelga de hambre que tenían su plantón frente a la Cámara de Diputados.
He aquí algunos testimonios: Cielo Fuentes es muy joven (tiene 27 años y parece menor); no obstante, es ingeniera industrial con maestría en ingeniería eléctrica. Es de las pocas mujeres que laboraba en un área operativa muy complicada de la región oriente: líneas aéreas Pantitlán, donde tenían a cargo suministros tan importantes como el Aeropuerto Internacional. ¿Por qué estoy aquí? Por convicción, plantea. Estoy harta de tantas calumnias y del fascismo del gobierno. Pertenece a la cuarta generación de electricistas en su familia y afirma que por ello sabe que esto es una lucha de clase y debe resistir hasta el final.
Jugábamos al sindicato
Mónica Jiménez es una de las electricistas más conocidas en el SME, en su función de representante principal de 524 trabajadoras del área de tabuladoras. Con 30 años de edad, tiene una década de antigüedad en LFC como capturista.
Cuando platica su experiencia en el pequeño patio que formaron en el plantón ubicado a la entrada de un edificio de la Comisión Federal de Electricidad, está junto a su hija de tres años, de la misma forma en la que ella vio, cuando era pequeña, las reuniones de trabajadores. Mis hermanos y yo jugábamos al sindicato, cuenta. Mónica resistirá lo que sea necesario, aun cuando ya sintió el dolor de riñón y de espalda que causa el ayuno y dormir en el suelo. Esta protesta pacífica terminará sólo si hay una mesa de negociación [con el gobierno] real y coherente.
Judith García es jubilada pero muy joven; empezó a trabajar a los 15 años, ahora tiene 43. En teoría no tendría por qué estar en esta lucha porque finalmente a la mayoría de los jubilados nos han pagado las catorcenas, pero tengo un compromiso muy fuerte porque también hay problemas con los trabajadores retirados y no se sabe qué pasará con nostros después del 16 de marzo próximo. Cuenta que después del decreto del 11 de octubre, al calor del inicio el conflicto, se formó el grupo de mujeres electricistas en resistencia, donde ante la cerrazón de todas las puertas que fueron a tocar, decidieron luchar con el ayuno. Al principio sí sientes hambre, pero después te acostumbras a no comer. Eso no nos intimida, estamos firmes.
Consejos femeninos
Alejandra Rojas tiene 37 años de edad y 12 en LFC. Es representante sindical del departamento de personal. Relata la situación del SME desde el 11 de octubre y afirma que el asombro, el coraje y la impotencia son estados de ánimo que permanecen. “Fuimos con mucha gente, tocamos muchas puertas y nadie le quiso entrar; todos nos decían, palabras más o menos, que era una ‘decisión del alto mando’. [Beatriz] Paredes nos recomendó ‘trabajar con la gente’ y con Margarita Zavala fue peor, porque nos aconsejó no involucrar a nuestros hijos y tomar nuestra liquidación para poner un negocio. Yo le respondí que no entendía cómo nos pedía renunciar a nuestros derechos cuando su marido trabajará seis años y los mexicanos lo vamos a tener que mantener toda la vida.”
Elena Colín tenía dos años y medio de antigüedad, pero está firme en la lucha y hace 13 días se despidió de su hijo y lo dejó al cuidado de la abuela. Le dijo que se iba a ausentar unos días para defender su trabajo. ¿Por qué no regreso a mi casa? Pues porque no tengo nada que ofrecerle a mi hijo; antes del 11 de octubre yo tenía un empleo y planes para él. Me pagaban mil 600 a la semana y el papá de mi hijo tampoco tiene trabajo. Mi pequeño no ha venido aquí (al campamento), pero ya sabe lo que es el desempleo. Tengo confianza; sé que regresaré a mi casa con algo bueno para él.
Fuente: La Jornada 6 de diciembre 2009

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